jueves, 28 de enero de 2010

Un día caluroso

Era un día caluroso. Salí a juntarme con mi polola que venía saliendo del trabajo. Ese día yo no trabajaba así que teníamos la tarde libre para nosotros.

Habíamos quedado para juntarnos en el mall. Ella llegaría un poco más tarde y yo debía hacer la hora. Como hacía calor, decidí entrar al mall para refrescarme con el aire acondicionado.

Entré sabiendo que me encontraría con un mar de gente. Y para aprovechar el tiempo me dediqué a vitrinear, cosa que casi nunca hago.

Empecé a recorrer todo el primer piso buscando alguna vitrina donde fijar mi vista... No encontraba nada de mi interés. Y no es por la plata, sino que simplemente pensaba de qué me sirve tal cosa, es útil, es necesaria, disfrutaré con eso.

Veía cadenas, aros, perfumes, poleras, pantalones, ropa deportiva, collares, pulseras, anillos, lentes, en fin, un millar de cosas que ya tengo y no necesito más. No necesito abundancia si con lo que tengo soy feliz.

Subí al segundo piso y la misma historia. Caminaba y caminaba, pasé por todas las vitrinas y no encontraba nada que me identificara, nada que necesitase, nada para mí.

Aún tenía tiempo y decidí subir al tercer piso. Por último ahí estaba el patio de comidas y me podía sentar a descansar de la caminata del mall.

Subí y al llegar arriba mire de reojo para abajo, y en el segundo piso caminaba con su pololo y su suegra una amiga, llena de bolsas de Almacenes París, y vestida tal como si fuera una gringa. No la quise saludar.

Caminaba por un pasillo, miré para el pasillo de enfrente y me encontré con el Ricky. Nunca pensé que me lo encontraría en el mall, pues él es de esa gente totalmente en contra del consumismo, que lucha por derribar “el sistema”. Grité un “wena ricky!!”, y me hizo un ademán de saludo, mientras todos en el mall nos veían como si fuéramos bichos raros.

Ya rendido, llegué al sector de comidas, me senté en una mesa y me puse a escribir lo que iba pensando en el camino y que ahora escribo en mi celular (no andaba con lápiz ni hoja). Pensaba en lo fome que era para mí el mall. No había nada que tuviese la etiqueta “lucho” por ahí.

La gente compra y compra cosas porque las tiendas engañan haciéndoles creer que todo tiene la etiqueta de sus nombres en las cosas. Pero para mi, lo único útil que logré encontrar en el mall fue el aire acondicionado y una mesa y una silla donde sentarme y disfrutarlo mientras espero a mi polola.